lunes, 3 de diciembre de 2012

Modernidad y Holocausto





 La obra de Zigmunt Bauman  formula un hecho histórico profundamente estudiado, sin embargo “Modernidad y Holocausto”  consigue ser mirado desde otra arista completamente nueva. La desmitificación del Holocausto como un hecho histórico que irrumpe de forma voraz y clarifica lo peor de la sociedad moderna, Bauman dilucida como la modernidad es causal del Holocausto. Un hecho pavoroso que arraso con la vida de millares, fue producto del modelo de sociedad moderna que todas y todos conocemos. La modernidad nos trajo el valor del progreso, pero con ella la deshumanización de nuestra civilización.

El Holocausto es un cruel fenómeno propio de la modernidad. Por ende, no puede ser considerado como un caso atípico de la máxima expresión del antisemitismo. El Holocausto se transforma en la contra cara de la sociedad, algo que siempre ha estado allí cautivo en el aparato burocrático. Los valores de progreso junto a la racionalización instrumental y el cálculo hacen visible el tormentoso destino que puede llegar a concebirse  la sociedad al suprimir la moralidad. Por tanto así, no se puede entender al Holocausto como un fracaso de la civilización, esto sólo ocultaría el escenario latente de la civilización moderna. “Nunca se imaginó que  una nación occidental, civilizada, era capaz de hacer semejante cosa. Y, entonces luego de 1945 Raul Hilberg se pregunta si alguna nación es incapaz de hacer eso, ya que en 1941 nadie podría imaginarse el Holocausto, de la angustia de excluir lo inimaginable”.

 El genocidio fue una respuesta racional para Hitler, pues en un comienzo puso como objetivo liberarse de los judíos sobre el territorio, pero  no especifico el cómo. Primero intento expulsarlos, buscando otro lugar donde residieran. Sin embargo, con el transcurso de la expansión del territorio alemán el objetivo se hizo insostenible, además del fracaso de conseguir el territorio ruso. La solución más racional sería eliminar a todos, tras los problemas que iban sucediendo a medida que cambiaban las circunstancias a objetivos muchos más amplios. El Holocausto surgió de un proceder auténticamente racional, generado por la burocratización fiel a su estilo y razón de ser. El exterminio judío no habría sido posible sin el aparataje tecnológico que el mundo moderno consiguió. La sociedad con la cultura burocrática se convirtió en un objeto que administrar, dando no sólo pie al Holocausto, sino que hizo razonable el hecho de buscar cualquier fin, aun inmoral  este sea.

 La indiferenciación moral se consiguió atrapando con los tentáculos de la administración burocrática a la civilización moderna. Eliminar cualquier tipo de proximidad que pudiese permitir la piedad humana, transformaría a los judíos a objetos carentes de toda categoría humana. El distanciamiento trae consigo la inhumanización, por ende un cuerpo obsoleto de ella le es prescindible el asosiego de algún tipo de moralidad.

 El proceso lineal del Holocausto como un acontecer de una serie de hechos antisemitas mecanizados no tiene cabida. La furia desmedida como arma antisemita es ineficaz, como la que se vio en la noche de los cristales rotos. La administración burocrática y la técnica serían las armas para la invisivilización de la humanidad de los judíos, el cual permitiría el objetivo final al menor costo posible. El modelo de sociedad moderna intentó racionalizar todo en cuanto pudo, al llegar al extremo de racionalizar la muerte, pero para ello se debió deshumanizarla. Los cuerpos al estar carente de humanidad, y ser sólo carne, es mucho más simple aplicar una tortura fácil y económica de eliminación, al contrario de ser concebidos como seres humanos moramente reconocibles, sería necesario técnicas más costosas.

La metáfora del jardinero que se aplica en el texto, “Un jardinero tiene un jardín que cuidar. Para que crezcan flores bellas y hermosas, se debe de eliminar la mala hierba,  pues esta traerá consigo la desdicha del florecimiento del jardín, por ende, será un mal trabajo hecho por el jardinero, si este deja crecer la mala hierba”. La modernidad vino a concebir que la intervención humana estuviera en manos de una racional instrumental, weberianamente hablando, aplicando cualquier método para conseguir el jardín que se desee, aun cuando este implique la debacle del ecosistema o la muerte de decenas, cientos, miles e inclusive millares de personas.

El extermino en masa cometido por los nazis fue una muestra espelúznate de lo que es capaz de permitir el racionalismo para conseguir eficazmente un fin, a pesar de su inmoralidad. El aparato burocrático conformo un elemento fundamental para el exterminio judío. No concebido como un hecho sin precedente, no por su naturaleza irracional de odio irrefrenable, sino por su sustancia racional. Un fenómeno procedente de la modernidad no puede ser imaginable sin el despliegue del conocimiento técnico moderno de la administración social como un objeto.

 La tecnología marcó un eje crucial para el desarrollo del Holocausto. La administración burocrática desplego innovaciones técnicas para que el Holocausto fuese posible, para cegar moralmente a los victimarios e inhumanizar a las víctimas para someter la técnica más eficaz de extermino. El Holocausto sólo se pudo llevar a cabo después de neutralizar el impacto de los impulsos morales primigenios, de aislar a la maquinaria de la muerte de la esfera en la que esos impulsos morales que nacen y funcionan, se transformasen  en impulsos marginales o irrelevantes en la ejecución de la tarea. La búsqueda de métodos que permitan no sólo el distanciamiento físico, sino que también psicológicos. La cámara de gas, no es sólo una habitación con una función mortuoria. Se necesita una estructura física donde la carne caiga inexorablemente frente a la emanación tóxica proveniente de las duchas, también se necesita un personal autorizado que administrase el veneno por una rendija superior para evitar el contacto físico. ¿Pero sin las técnicas del aparataje burocrático hubiese tenido ese tortuoso final?  Pues no, la meta del exterminio de la totalidad judaica no hubiese sido sostenible en base a la elasticidad de la violencia. Recursos poco sofisticados habrían tendido una violencia desatada, pero esta sería símil a cualquier hecho que relata la historia de los asesinatos múltiples, entonces no lograría  el “éxito” de asesinar a tanta gente en tan poco tiempo.

Otro punto importante es el papel de los métodos tecnocráticos que diluyen la responsabilidad del Holocausto. Para Levinas “el estar con otros, es más primario e inamovible atributo de la existencia humana, significa ante todo y sobre toda una responsabilidad. Como el que mira, yo soy responsable de él sin siquiera haber adquirido responsabilidades respecto a él. Mi responsabilidad es la única forma en que el otro existe para mí, es la forma de su presencia, de su cercanía”. Contradice la tesis funcionalista durkheniana de que la moralidad se cimenta en la función que esta representa. De ser así la culpabilidad de los autores del genocidio serían inimputables, puesto que la conducta inmoral seria la traducción de una conducta errónea, ya que la máquina de muerte logró normalizar el Holocausto. Entonces Levinas sustenta la responsabilidad “como la estructura esencial de la subjetividad”  sin importar su reciprocidad. No obstante, “la responsabilidad queda silenciada cuando es erosionada la cercanía”. Los experimentos de Milgram, expuestos en “Modernidad y Holocausto” exponen como al individuo se le hacía mucho más fácil disolver la moralidad en cuando la proximidad se prolongaba, a raíz de ello las prácticas punitivas aumentaban, pero al acercarse cada vez más a la víctima, la moralidad despertaba y los individuos pedían el cese del experimento. Además del desasosiego de la moralidad, los individuos se desvinculaban de la culpa cuando existía una autoridad, ya sea el investigador o la misma ciencia  como tal. La importancia del experimento de Milgram es que permite evidenciar como la tecnificación burocrática permiten aislar al judío en distintas esferas. Promover el antisemitismo desde lo más profundo de los corazones hasta provocar  la deshumanización del judío. Los mecanismos de horror y muerte buscan la eficacia y la economía de los recursos. Ya no era eficiente matar a punta de disparos, traía consigo el despilfarro de armamento y sobre todo podría provocar el natural sentido de piedad.

  El distanciamiento físico ha quedado en evidencia para evitar que los funcionarios no abdiquen del gran objetivo. Sin embargo, se necesitaba más búsquedas de soluciones racionales para no despertar a las masas. El procedimiento más óptimo fue continuar erosionando la cercanía de los judíos, hasta volverlos psicológicamente invisibles. Se logró confinándolos en Ghettos y con una fuerte propaganda antisemita.

  Al transformarse en cuerpos carentes de humanidad, no le es prescindible la culpa, pero la moderna maquina burocrática no deja ningún cabo suelto y desemboca a través de su moderna administración una responsabilidad flotante. La cadena jerárquica hace que la responsabilidad nunca recaiga consigo mismo, sino es sólo un engranaje de la gran maquinaría, la cual debe de seguir y obedecer cualquier tipo de mandato, se quiera o no. Este es uno de los principios del tipo de ideal de burocracia de Weber. La pérdida de la individualidad frente a la toma de decisiones es considerable al momento de adquirir una responsabilidad, pues siempre será una orden mayor que el funcionario debe de cumplir. Desde iniciar el proceso de exterminio en la cámara de gas, hasta llenar una forma para el avance del ferrocarril que trae a miles de personas hacinadas para una vecina muerte.
En definitiva la síntesis que extraigo del libro explica un sinfín de síntomas de nuestra sociedad. Extraer la tesis de la modernidad, junto a sus valores permite evidenciar la perdida de la responsabilidad social en la que todas  y todos somos partícipes. No sólo aplicar el modelo al Holocausto, sino a las problemáticas de la cual somos consientes día a día, esto no quiere decir en transformarla una teoría “atrápalo todo”.  La erosión de las relaciones sociales desenvuelve un cambio social paradigmático cuando se enfrenta el tú a tú. Es decir que el otro individuo pierde importancia cuando las relaciones sociales se fragmentan, transformando sus problemas en sólo sus problemas, sin tener ninguna injerencia en mi área individual, siempre y cuando esos problemas no afecten en la consecución de mis metas. El actuar bajo una racionalidad instrumental nos permite actuar en cualquier forma, ya sea en aras del progreso, destruyendo el medio ambiente; En busca de la paz, invadiendo con un ejercito mas poderoso para mantener la relación de fuerza y miedo, propia de la teoría realista; La autodefensa, matando indiscriminadamente al rival. Así el fin justifica los medios. Pero este actuar no implica la responsabilidad sobre los otros, deshumanizándonos más y más.


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