La obra de Zigmunt Bauman formula un hecho histórico profundamente
estudiado, sin embargo “Modernidad y Holocausto” consigue ser mirado desde otra arista
completamente nueva. La desmitificación del Holocausto como un hecho histórico
que irrumpe de forma voraz y clarifica lo peor de la sociedad moderna, Bauman
dilucida como la modernidad es causal del Holocausto. Un hecho pavoroso que
arraso con la vida de millares, fue producto del modelo de sociedad moderna que
todas y todos conocemos. La modernidad nos trajo el valor del progreso, pero con
ella la deshumanización de nuestra civilización.
El
Holocausto es un cruel fenómeno propio de la modernidad. Por ende, no puede ser
considerado como un caso atípico de la máxima expresión del antisemitismo. El
Holocausto se transforma en la contra cara de la sociedad, algo que siempre ha
estado allí cautivo en el aparato burocrático. Los valores de progreso junto a
la racionalización instrumental y el cálculo hacen visible el tormentoso
destino que puede llegar a concebirse la
sociedad al suprimir la moralidad. Por tanto así, no se puede entender al Holocausto
como un fracaso de la civilización, esto sólo ocultaría el escenario latente de
la civilización moderna. “Nunca se imaginó que
una nación occidental, civilizada, era capaz de hacer semejante cosa. Y,
entonces luego de 1945 Raul Hilberg se pregunta si alguna nación es incapaz de
hacer eso, ya que en 1941 nadie podría imaginarse el Holocausto, de la angustia
de excluir lo inimaginable”.
El genocidio fue una respuesta racional para Hitler,
pues en un comienzo puso como objetivo liberarse de los judíos sobre el
territorio, pero no especifico el cómo.
Primero intento expulsarlos, buscando otro lugar donde residieran. Sin embargo,
con el transcurso de la expansión del territorio alemán el objetivo se hizo
insostenible, además del fracaso de conseguir el territorio ruso. La solución
más racional sería eliminar a todos, tras los problemas que iban sucediendo a
medida que cambiaban las circunstancias a objetivos muchos más amplios. El
Holocausto surgió de un proceder auténticamente racional, generado por la
burocratización fiel a su estilo y razón de ser. El exterminio judío no habría
sido posible sin el aparataje tecnológico que el mundo moderno consiguió. La
sociedad con la cultura burocrática se convirtió en un objeto que administrar,
dando no sólo pie al Holocausto, sino que hizo razonable el hecho de buscar
cualquier fin, aun inmoral este sea.
La indiferenciación moral se consiguió
atrapando con los tentáculos de la administración burocrática a la civilización
moderna. Eliminar cualquier tipo de proximidad que pudiese permitir la piedad
humana, transformaría a los judíos a objetos carentes de toda categoría humana.
El distanciamiento trae consigo la inhumanización, por ende un cuerpo obsoleto
de ella le es prescindible el asosiego de algún tipo de moralidad.
El proceso lineal del Holocausto como un
acontecer de una serie de hechos antisemitas mecanizados no tiene cabida. La
furia desmedida como arma antisemita es ineficaz, como la que se vio en la
noche de los cristales rotos. La administración burocrática y la técnica serían
las armas para la invisivilización de la humanidad de los judíos, el cual
permitiría el objetivo final al menor costo posible. El modelo de sociedad
moderna intentó racionalizar todo en cuanto pudo, al llegar al extremo de
racionalizar la muerte, pero para ello se debió deshumanizarla. Los cuerpos al
estar carente de humanidad, y ser sólo carne, es mucho más simple aplicar una
tortura fácil y económica de eliminación, al contrario de ser concebidos como
seres humanos moramente reconocibles, sería necesario técnicas más costosas.
La
metáfora del jardinero que se aplica en el texto, “Un jardinero tiene un jardín
que cuidar. Para que crezcan flores bellas y hermosas, se debe de eliminar la
mala hierba, pues esta traerá consigo la
desdicha del florecimiento del jardín, por ende, será un mal trabajo hecho por
el jardinero, si este deja crecer la mala hierba”. La modernidad vino a
concebir que la intervención humana estuviera en manos de una racional
instrumental, weberianamente hablando, aplicando cualquier método para
conseguir el jardín que se desee, aun cuando este implique la debacle del
ecosistema o la muerte de decenas, cientos, miles e inclusive millares de
personas.
El
extermino en masa cometido por los nazis fue una muestra espelúznate de lo que
es capaz de permitir el racionalismo para conseguir eficazmente un fin, a pesar
de su inmoralidad. El aparato burocrático conformo un elemento fundamental para
el exterminio judío. No concebido como un hecho sin precedente, no por su
naturaleza irracional de odio irrefrenable, sino por su sustancia racional. Un
fenómeno procedente de la modernidad no puede ser imaginable sin el despliegue
del conocimiento técnico moderno de la administración social como un objeto.
La tecnología marcó un eje crucial para el
desarrollo del Holocausto. La administración burocrática desplego innovaciones
técnicas para que el Holocausto fuese posible, para cegar moralmente a los
victimarios e inhumanizar a las víctimas para someter la técnica más eficaz de
extermino. El Holocausto sólo se pudo llevar a cabo después de neutralizar el
impacto de los impulsos morales primigenios, de aislar a la maquinaria de la
muerte de la esfera en la que esos impulsos morales que nacen y funcionan, se
transformasen en impulsos marginales o
irrelevantes en la ejecución de la tarea. La búsqueda de métodos que permitan
no sólo el distanciamiento físico, sino que también psicológicos. La cámara de
gas, no es sólo una habitación con una función mortuoria. Se necesita una
estructura física donde la carne caiga inexorablemente frente a la emanación
tóxica proveniente de las duchas, también se necesita un personal autorizado
que administrase el veneno por una rendija superior para evitar el contacto
físico. ¿Pero sin las técnicas del aparataje burocrático hubiese tenido ese
tortuoso final? Pues no, la meta del
exterminio de la totalidad judaica no hubiese sido sostenible en base a la
elasticidad de la violencia. Recursos poco sofisticados habrían tendido una
violencia desatada, pero esta sería símil a cualquier hecho que relata la
historia de los asesinatos múltiples, entonces no lograría el “éxito” de asesinar a tanta gente en tan
poco tiempo.
Otro
punto importante es el papel de los métodos tecnocráticos que diluyen la
responsabilidad del Holocausto. Para Levinas “el estar con otros, es más
primario e inamovible atributo de la existencia humana, significa ante todo y
sobre toda una responsabilidad. Como el que mira, yo soy responsable de él sin siquiera
haber adquirido responsabilidades respecto a él. Mi responsabilidad es la única
forma en que el otro existe para mí, es la forma de su presencia, de su
cercanía”. Contradice la tesis funcionalista durkheniana de que la moralidad se
cimenta en la función que esta representa. De ser así la culpabilidad de los
autores del genocidio serían inimputables, puesto que la conducta inmoral seria
la traducción de una conducta errónea, ya que la máquina de muerte logró
normalizar el Holocausto. Entonces Levinas sustenta la responsabilidad “como la
estructura esencial de la subjetividad”
sin importar su reciprocidad. No obstante, “la responsabilidad queda
silenciada cuando es erosionada la cercanía”. Los experimentos de Milgram,
expuestos en “Modernidad y Holocausto” exponen como al individuo se le hacía
mucho más fácil disolver la moralidad en cuando la proximidad se prolongaba, a
raíz de ello las prácticas punitivas aumentaban, pero al acercarse cada vez más
a la víctima, la moralidad despertaba y los individuos pedían el cese del
experimento. Además del desasosiego de la moralidad, los individuos se
desvinculaban de la culpa cuando existía una autoridad, ya sea el investigador
o la misma ciencia como tal. La
importancia del experimento de Milgram es que permite evidenciar como la
tecnificación burocrática permiten aislar al judío en distintas esferas.
Promover el antisemitismo desde lo más profundo de los corazones hasta
provocar la deshumanización del judío.
Los mecanismos de horror y muerte buscan la eficacia y la economía de los
recursos. Ya no era eficiente matar a punta de disparos, traía consigo el
despilfarro de armamento y sobre todo podría provocar el natural sentido de
piedad.
El distanciamiento físico ha quedado en
evidencia para evitar que los funcionarios no abdiquen del gran objetivo. Sin
embargo, se necesitaba más búsquedas de soluciones racionales para no despertar
a las masas. El procedimiento más óptimo fue continuar erosionando la cercanía
de los judíos, hasta volverlos psicológicamente invisibles. Se logró
confinándolos en Ghettos y con una fuerte propaganda antisemita.
Al transformarse en cuerpos carentes de
humanidad, no le es prescindible la culpa, pero la moderna maquina burocrática
no deja ningún cabo suelto y desemboca a través de su moderna administración
una responsabilidad flotante. La cadena jerárquica hace que la responsabilidad
nunca recaiga consigo mismo, sino es sólo un engranaje de la gran maquinaría,
la cual debe de seguir y obedecer cualquier tipo de mandato, se quiera o no.
Este es uno de los principios del tipo de ideal de burocracia de Weber. La
pérdida de la individualidad frente a la toma de decisiones es considerable al
momento de adquirir una responsabilidad, pues siempre será una orden mayor que
el funcionario debe de cumplir. Desde iniciar el proceso de exterminio en la
cámara de gas, hasta llenar una forma para el avance del ferrocarril que trae a
miles de personas hacinadas para una vecina muerte.
En
definitiva la síntesis que extraigo del libro explica un sinfín de síntomas de
nuestra sociedad. Extraer la tesis de la modernidad, junto a sus valores
permite evidenciar la perdida de la responsabilidad social en la que todas y todos somos partícipes. No sólo aplicar el
modelo al Holocausto, sino a las problemáticas de la cual somos consientes día
a día, esto no quiere decir en transformarla una teoría “atrápalo todo”. La erosión de las relaciones sociales
desenvuelve un cambio social paradigmático cuando se enfrenta el tú a tú. Es
decir que el otro individuo pierde importancia cuando las relaciones sociales
se fragmentan, transformando sus problemas en sólo sus problemas, sin tener
ninguna injerencia en mi área individual, siempre y cuando esos problemas no
afecten en la consecución de mis metas. El actuar bajo una racionalidad
instrumental nos permite actuar en cualquier forma, ya sea en aras del
progreso, destruyendo el medio ambiente; En busca de la paz, invadiendo con un
ejercito mas poderoso para mantener la relación de fuerza y miedo, propia de la
teoría realista; La autodefensa, matando indiscriminadamente al rival. Así el
fin justifica los medios. Pero este actuar no implica la responsabilidad sobre
los otros, deshumanizándonos más y más.